Por esos días de universidad, cuando aun creía que existía la educación gratuita,
ignorando por completo el sustento del mismo a través del pago de nuestros
impuestos y en ese afán por dilucidar
nuestro subdesarrollo aun siendo dueños de las más grandes riquezas
naturales, escuché hablar del libro
LAS VENAS ABIERTAS DE
LATINOAMERICA de Eduardo
Galeano y en cuanto leí su primera página empecé a aclarar muchas dudas sobre
nuestro explotado continente a manos ajenas y de allí el sufrimiento de nuestra amada y trajinada raza
negra.
La frase inicial de dicho escrito que sin titubeo expresa : “la división del trabajo consiste en que unos
países se especializan en ganar y otros en perder”, puede inclusive aplicarse
al discurso de la superioridad e inferioridad de las “razas” situando como
hecho principal la teoría del escritor Fernando Ortiz, en el libro el engaño de las razas; del cual por su título logra intuirse el
contenido.
Este autor señala que el
terminó “raza” ha sido más bien un invento de la humanidad en el que se debaten
intereses sociales, económicos y
el sostenimiento de lo eurocentrista como lo correcto y digno de implantar en
el resto de la sociedad.
El efecto de la mala utilización de esta metáfora, que al parecer de
Ortiz lo que más preocupa es que a través del supuesto de existencia de razas
se logra no sólo establecer dicho concepto como único y universal, sino que
además se asimila como normal la
superioridad de una “raza” sobre otra.
No es un secreto que la población afro ha sido salpicada y más que
salpicada se tendría que decir que
ha sido sujeta a esta metáfora en supeditación de la misma, a través de su deshumanización en épocas de
esclavitud, suponiéndola carente de alma ni sentimientos, lo que con el tiempo
permitió imprimir una gran carga de
legitimidad al concepto de “raza negra” en términos tradicionales como inferior a la “raza blanca”.
A simple vista se logra
identificar que lo afro y su papel
social ha sido universalizado a manos de hombres blancos, quienes con pretextos
racistas pretenden hacer un hecho normal la existencia de una real supremacía sobre las demás
“razas” que han sido inventadas por ellos mismos bajo ideologías euro
centristas; todo con el fin de
negar lo que a los “otros” pertenece, su espacio social, el desarrollo de su
historia en voz propia y por supuesto el reconocimiento de sus personas en
igualdad al resto de la humanidad.
Dicho esto no es de
sorprender el hecho de que en nuestro país se sigan patrocinando prácticas
racistas, que desde la infancia se
instauran en las mentes de los más chicos y que sólo un tiempo más tarde, los
mismos a quienes les crean la idea de superioridad terminan por afianzar la
creencia de los supuestamente inferiores que en realidad son personas que deben
someterse a una transculturación (en palabras de Ortiz) injusta, que va desde
el desarraigó de su cultura, hasta llegar incluso a la negación misma de su ser
y todo lo que a él concierne.
Las prácticas racistas son la creación del racista, del que desafía la
existencia de una humanidad sin raza, de quienes pretenden, en ocasiones
muy disimuladamente y en otras no tanto, mantener el
control del poder a su antojo, trastocando, marginando y estigmatizando parte de esa sociedad en
la que ellos viven y donde los
“otros” bajo el estigma de la racialización apenas sobreviven.
“Lo más negro del negro no está en
la negrura
de su piel, sino en la de su
condición social” Fernando Ortiz
NIDIA PAOLA VALENCIA VALENCIA
COMUNICADORA SOCIAL.